Me
la he pasado casi diez años sin escribir. Las razones exactas no las he llegado
a dilucidar aún, quizá se ha debido a mi descuido, a desinterés, o simplemente
a falta de ganas. Lo que sí sé es que ahora no sólo he recuperado mi interés y
mis ganas, sino que he coleccionado una maleta llena de temas y asuntos que
acaparan mi interés, además pienso que es un buen momento para hacerlo, para
expresar, a mi manera, una visión propia de un mundo cada vez más impropio, de lo
que me rodea, de poner ciertos puntos sobre las íes acerca de algunos temas que
intencionalmente se dejan de abordar y que considero de interés exponer algunas
consideraciones sobre las cuales discutir y sobre todo reflexionar. Esta
reacción media quijotesca no es nueva en mi vida, asaltó mi sentir hace diez
años, ahora ha vuelto sin que la llame y sin ánimo de envestir sobre molinos de
viento les presento este nuevo espacio, mi espacio.
Pero
resulta que lo quijotesco en realidad me ha acompañado estos diez años, como
siempre pasa sin que yo lo perciba. Fue en el verano finisecular de 1999
cuando leí El Quijote, me acordaba del gran Luis Felipe Angell (Sofocleto) quien
escribió una vez que él era uno de los pocos seres humanos vivos que se había
leído la versión completa del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. En
efecto, con el tiempo hube de advertir que yo era uno de los pocos seres
humanos vivos que lo había leído completo, las más de 1,000 páginas con las
notas de pie de Rodríguez Marín (porque es imposible entenderlos sin las
respectivas notas), nótese que dije el verano porque me tardó gran parte del mismo
en leerlo y tomar los apuntes. Hubo dos conceptos que en ese momento captaron
mi atención: La escena del Yelmo de Mambrino, el yelmo es un casco propio de
parafernalia caballeresca, Mambrino fue un Rey quien fue muerto por Reinaldo de
Montalván, era un yelmo encantado que tenía la propiedad de proteger la vida de
quien lo portara. En otra parte, se menciona al Bálsamo de Fierabrás, un
bálsamo robado de Roma por Fierabrás (un gigante) y estaba compuesto de los
perfumes que sobraron al embalsamar el cuerpo de Jesús, el que lo bebía quedaba
curado instantáneamente de sus heridas. En ambos casos, Cervantes realiza
sendas chanzas sobre las leyendas con sus personajes.
Es
así como me he sentido en estos últimos años, metafóricamente hablando,
protegido por un Yelmo, y por si algo fallara en el camino, portando un bálsamo
de Fierabrás y con los cuales inicio este nuevo ciclo de escritos, sobre los
temas de mi interés, los que ocupan mi mente, los que me irritan, los que me
mueven, es así como les presento este blog que tiene la infame osadía de
invitarlos a la reflexión en estos tiempos donde paradójicamente, el mundo, al
mismo tiempo de hacérsenos más pequeño, se nos hace mas ajeno.
Lima,
1 de Noviembre de 2011