sábado, 28 de abril de 2012

El Atolón del Silencio


Corría el año 1995, yo era un estudiante que iniciaba mi vida universitaria y me enfrentaba al mundo con libros y cigarrillos. En paralelo, el presidente francés Jacques Chirac se enfrentaba a la comunidad internacional quien criticaba, de manera severa, las pruebas nucleares que estaba desarrollando su País en el Atolón de Mururoa (ubicado en el archipiélago de la Polinesia Francesa).

Mi Universidad había organizado una protesta, me pareció interesante que no haya sido una iniciativa de los alumnos sino de orden institucional, una protesta organizada por la misma casa académica, dirigida y alentada por sus ejecutivos, una protesta pacífica que incluía paneles en contra de las pruebas, estudiantes casi indignados con las pruebas francesas quienes tenían entre sus manos plantas. Partía de la Universidad y concluía unas doce cuadras después, en la Plaza Mayor de Trujillo y, de manera simbólica, al finalizar la protesta (un curioso pasacalles estudiantil que duró cerca de tres horas), los estudiantes sembrarían las plantitas en la mismísima Plaza, se tomarían fotos y después se irían a sus casas a almorzar. Yo, sin mucho reparo me uní al pasacalles, seguramente más por socializar con mi nueva comunidad universitaria que por mi firme determinación ecologista, al finalizar, pude ver el espectáculo de la siembra mientras fumaba a pocos metros de distancia con cierto estupor.

La pregunta que me asaltó en ese momento es la misma pregunta que me ha acompañado durante muchos años después del mencionado hecho: ¿Sirve de algo?, ¿Acaso el Presidente Jacques Chirac, al ver a un grupo de entusiastas universitarios verdes sembrando plantas en la plaza de una provincia de un país del tercer mundo daría marcha atrás?  Las protestas se realizaron en todo el mundo, grupos organizados como Greenpease fomentaron lo propio y el resultado fue el mismo: Francia siguió realizando las pruebas nucleares sin que una sola ceja se le moviera a Chirac.

Caído el muro de Berlín, la moda anticomunista y la cultura Beatnik, surgieron los grupos ecologistas con mayor fuerza, el establishment se volvió más verde (de la boca para afuera) y hoy en día los grupos activistas protestan casi por cualquier cosa (La Crisis Económica Mundial vienen siendo su buque insignia por estos días), me parece que está muy bien ser verde, activista, indignado o como se diga hoy en día, todos corresponden mas o menos al mismo patrón de protesta contra las pretensiones de abusos (o abusos propiamente) que desarrollan Gobiernos y Empresas en todo el mundo, pero ¿es suficiente?, ¿acaso estos grupos han alcanzado la madurez suficiente para ser considerado un sector serio, fuerte y sobre todo eficaz con los nobles objetivos que persigue?. Creo que los resultados saltan a la vista: Están muy lejos de convertirse en una real fuerza de contrapeso ante los excesos a los cuales nos venimos enfrentando a diario: Extinciones de animales, deterioro real de nuestro ecosistema, corrupción generalizada en los gobiernos, abusos de poder en general.

Creo que estos grupos, si quieren lograr mejores resultados, deben cambiar de manera radical la manera como vienen enfrentando el problema con mayor inteligencia, por ejemplo insertarse y fortalecer los sistemas educativos, crear sanciones reales y drásticas desde el establishment en vez de creer en la autorregulación a raíz de protestas en las calles. De no hacerlo estarán condenados a seguir siendo vistos como pequeños grupos de contracultura, con ínfimo poder, completamente fuera del panorama político mundial, más o menos como lo es hoy el Atolón del silencio en el que se ha convertido el de Mururoa. 



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