domingo, 15 de julio de 2012

El Fenómeno de la Decadencia


El fenómeno ha llegado de una manera natural, está instalado cómodamente a nuestro costado y ha llegado para profundizarse. La fijación de lo trivial en nuestros tiempos ha tomado una primacía absoluta sobre todos los cimientos sociales sobre los cuales se mueve nuestra civilización. El asesinato, la violación y el escándalo llenan portadas de diarios, noticias en internet, horas en televisión. Este fenómeno social no es nuevo en sí, es decir, existieron siempre pero nunca de una manera tan entronizada y endiosada como nos lo muestran los medios de comunicación masiva en nuestros tiempos, la banalidad, lo ramplón, lo vulgar, lo trivial, lo grotesco y la gazmoñería ocupan un lugar estelar en nuestros tiempos sobre los cuales giran nuestras conversaciones cotidianas y ocupan el tema central en nuestra mesa a la hora de la merienda.

¿Acaso este fenómeno ocurre por una descripción contemporánea de los tiempos vividos?, no niego que exista en el mundo un incremento significativo de la violencia en distintas formas, pero esto siempre existió, desde nuestros orígenes, lo que es nuevo es la fijación y la pretensión que estos eventos hayan pasado a ser las noticias principales de los medios de comunicación y que, hábilmente, lo coloquen en boca de todo el pueblo, es decir: La ramplonada en boca de todos.

Por supuesto y en efecto, este fin no es involuntario, ni casual, es un fin premeditado con la finalidad de tener poblaciones menos pensantes, ocupadas de trivialidades, más propensas a ser bombardeadas con campañas publicitarias de productos simplones y más propensos, por ende, a su consumo. Desde un punto de vista económico el fenómeno es un éxito pero, ¿desde un punto de vista de cultura?. La cultura siempre fue un tema de elite, sin embargo en los últimos años hemos sido testigos de su democratización en el sentido del acceso a la información, lastimosamente (o quizá para bien) eso dista mucho del conocimiento el cual implica una serie de capas previas, como la investigación, el cuestionamiento, el análisis, el debate. Esto último, el debate, ha sido desterrado casi por completo de los espacios de comunicación masiva, casi son inexistentes hoy en día, la vorágine informativa en la cual, por ejemplo, las noticias son leídas por los encabezados (tweets en nuestros días) han suplantado casi totalmente a la lectura del artículo, en el cual se realiza un análisis bastante más complejo que la noticia en sí, es decir, tan importante como saber si estalló un conflicto en Medio Oriente es (o debería ser) saber quienes son los actores, cuáles son las demandas de ambos lados, cuáles son las circunstancias mediante las cuales estalló el posible conflicto para que el lector pueda tener una concepción más holística del problema por así decirlo.

Ya el Doctor Hostos, filósofo chileno de agudo sentido crítico mencionaba, en una obra escrita en los umbrales decimonónicos, refiriéndose y criticando al genero literario novela diciendo “es más fácil leer imaginando que leer pensando”, en efecto, ya Hostos describía en aquella época una decadencia de la literatura, al inclinarse los lectores por el género novela con Flaubert a la cabeza, éstos ya incurrían en decadencia, posteriormente, como parte de la mencionada decadencia, el mundo vivió diversos matices de la misma en diversas formas de manifestaciones culturales, recordemos el atrevimiento de Marcel Duchamp con su irreverencia en el arte contemporáneo, el surgimiento de arte surrealista, donde la manifestación de la decadencia de la cultura alcanza a mi juicio su máximo esplendor, con André Breton liderando el mando y Max Ernst como un perfecto alfil del mismo, la propio con la poesía Beatnik y Allen Gisnberg. Fenómenos posteriores como el surgimiento del rock and roll, los talk shows televisivos, el eterno rosario de letanías de insignificancia que nos entrega You Tube (basta ver los 10 vídeos más vistos) o las redes sociales, cada una de ellas conforma parte de esta decadencia que estamos viviendo desde hace un par de siglos por lo menos, no es que cada una de ellas nos haya conllevado directamente hacia la decadencia, cada una de ellas, analizadas individualmente son una consecuencia natural del decaimiento de los movimientos sociales y, por qué no, políticos generados que se concatenan como meros peldaños de una escalera descendiente con destino a la simplicidad absoluta.

Cabe señalar que la mencionada democratización de la cultura, o quizá de los medios de acceso a la misma, así como el gran progreso en diversas áreas como la ciencia y la tecnología sólo constituyen elementos contradictorios en esta carrera acelerada del hombre por lo abisal en la concepción tanto de convivencia pacífica como de trascendencia cultural. A fin de cuentas, la decadencia, entendida como la intensión sistemática, organizada y premeditada de destrucción de los fines culturales que lo rodean y del empobrecimiento espiritual del hombre hacia su concepción como ser y la negación del ensimismamiento es un fenómeno prácticamente irreversible, la generación de una falsa veneración hacia lo cultural, entendida como una falsa praxis de admiración hacia la cultura (que en sí no es más que una forma social de negación ante la evidencia del la decadencia) ha conllevado al hombre a una nueva estancia que se podría llamar la de la cultura light (más le importa la exhibición de o con una obra de arte que la apreciación, admiración y entendimiento en sí del arte).

A fin de cuentas, como ya se ha dicho, el arte constituye una cristalización simbólica del mundo amorfo del sentimiento, son precisamente esas manifestaciones de la época lo que dio lugar en su momento al Renacentismo, y son los mismos motivos que llevaron a la creación del arte surrealista, evidenciando en lo último un caos total del entendimiento del hombre hacia lo que lo rodea. El mundo amorfo del sentimiento continúa en decadencia y continúa manifestándose permanentemente en esta etapa altamente mediática y de vorágine que vivimos en la que cada vez nos parecemos más a la caricatura de lo que fuimos.