Hace
algún tiempo pienso que el ser humano es un animal lisérgicamente
taxópata. Bien, lo de animal lo he podio suprimir para evitar herir
susceptibilidades… ¡pero qué mas da!, ciertamente, a todos los
animales les brindo mi disculpa. Lo que sí no es cuestionable es la
taxopatía, un neologismo que vengo usando desde hace algún tiempo y
que describe la vesánica obsesión del ser humano por clasificar
todo. Taxopatía esta compuesto por dos vocablos griegos: Taxis
(ordenamiento, clasificación) y Pathos (padecimiento), es decir, más
que una afición, mas que una manía, es una enfermedad que puede
llegar a ser peligrosa.
El
hombre se ha dedicado desde hace mucho a clasificar todo cuanto está
a su alrededor, repasemos: La geografía la ha clasificado por
países, por continentes, por regiones, provincias, estados, ciudades
y pueblos, así también ha estructurado la orografía (montañas),
la hidrografía y ni que decir sobre el espacio: Estrellas, planetas,
satélites, galaxias entre otros, en el colmo, en el 2,006 se le
despojó del título de planeta a Plutón y lejos de pasarlo a mejor
vida crearon un nuevo concepto, una nueva clase: planeta enano (¿?),
sí, ahora es un planeta enano, incluso para otros lo denomina objeto
transneptuniano, creando así una nueva clasificación. La medicina,
la anatomía y la zoología son grandes ejemplos también, allí se
ha clasificado prácticamente todo: Reino, Filo, Clase, Orden,
Familia, Género, Especie entre otros sub géneros, es decir,
taxopatía pura.
En
efecto, se puede decir que es algo completamente necesario, antes,
dado que el conocimiento era escaso, existía un grupo reducido de
personas que lo atesoraba, al haber ido ampliando el conocimiento, el
ser humano ha tenido que seguir clasificando en su afán por lograr
un mayor entendimiento acerca de la información y conocimiento que
adquiere cada día, hasta allí todo razonablemente comprensible
(aunque ignoro si es un mecanismo inherente del cerebro del ser
humano para captar conocimiento). El problema empieza cuando se lleva
el terreno de las relaciones humanas, allí también la taxopatía
delirante aflora: Existen seres racionales, otros emocionales, están
los sociales, los huraños, los incomprendidos y los sin compasión,
los tímidos, los arriesgados, los intrépidos, los conservadores,
los puritanos, los lascivos y otros más. Bien, es sabido que el ser
humano no esta íntegramente realizado por un aspecto o
característica de su personalidad, sino que dentro de nosotros
coexisten diversas fuerzas y rasgos que, aunque no nos caractericen,
forman parte de nuestra integridad y la podemos sacar a relucir en
cualquier momento, sin previo aviso, y ahí empieza el problema del
taxópata, cuando el racional se exaspera, cuando el tacaño es
dadivoso, cuando feligrés blasfema, en resumen, cuando una suerte de
oxímoron aparece. El gran enemigo del animal taxópata son los
oxímorones que se le aparecen.
Julio
Cortázar, en una lúdica y divertida obra denominada “Historias de
Cronopios y de Famas” expone a su manera esta realidad proponiendo
tres tipos de seres: Los famas: seres muy formales que defienden
tenazmente el establishment,
los cronopios, personajes que se mantienen al margen del orden
establecido y finalmente las esperanzas que son personajes
intermedios que se dejan llevar tanto por los Famas como por los
Cronopios, allí también aparece el oximorón, cuando los famas se
vuelven medios cronopios y viceversa.
El
taxópata, en términos de relaciones humanas es un completo peligro,
encasilla, denota, limita y estructura permanentemente, es un enemigo
de los espíritus libres así como de la diversidad y pluralidad de
pensamientos y acciones que coexisten en una misma persona para el
cual es necesario tomar escrupulosas precauciones para no quedar
atrapado en su peligrosa estructura.
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