sábado, 5 de mayo de 2012

El Animal Taxópata



Hace algún tiempo pienso que el ser humano es un animal lisérgicamente taxópata. Bien, lo de animal lo he podio suprimir para evitar herir susceptibilidades… ¡pero qué mas da!, ciertamente, a todos los animales les brindo mi disculpa. Lo que sí no es cuestionable es la taxopatía, un neologismo que vengo usando desde hace algún tiempo y que describe la vesánica obsesión del ser humano por clasificar todo. Taxopatía esta compuesto por dos vocablos griegos: Taxis (ordenamiento, clasificación) y Pathos (padecimiento), es decir, más que una afición, mas que una manía, es una enfermedad que puede llegar a ser peligrosa.

El hombre se ha dedicado desde hace mucho a clasificar todo cuanto está a su alrededor, repasemos: La geografía la ha clasificado por países, por continentes, por regiones, provincias, estados, ciudades y pueblos, así también ha estructurado la orografía (montañas), la hidrografía y ni que decir sobre el espacio: Estrellas, planetas, satélites, galaxias entre otros, en el colmo, en el 2,006 se le despojó del título de planeta a Plutón y lejos de pasarlo a mejor vida crearon un nuevo concepto, una nueva clase: planeta enano (¿?), sí, ahora es un planeta enano, incluso para otros lo denomina objeto transneptuniano, creando así una nueva clasificación. La medicina, la anatomía y la zoología son grandes ejemplos también, allí se ha clasificado prácticamente todo: Reino, Filo, Clase, Orden, Familia, Género, Especie entre otros sub géneros, es decir, taxopatía pura.

En efecto, se puede decir que es algo completamente necesario, antes, dado que el conocimiento era escaso, existía un grupo reducido de personas que lo atesoraba, al haber ido ampliando el conocimiento, el ser humano ha tenido que seguir clasificando en su afán por lograr un mayor entendimiento acerca de la información y conocimiento que adquiere cada día, hasta allí todo razonablemente comprensible (aunque ignoro si es un mecanismo inherente del cerebro del ser humano para captar conocimiento). El problema empieza cuando se lleva el terreno de las relaciones humanas, allí también la taxopatía delirante aflora: Existen seres racionales, otros emocionales, están los sociales, los huraños, los incomprendidos y los sin compasión, los tímidos, los arriesgados, los intrépidos, los conservadores, los puritanos, los lascivos y otros más. Bien, es sabido que el ser humano no esta íntegramente realizado por un aspecto o característica de su personalidad, sino que dentro de nosotros coexisten diversas fuerzas y rasgos que, aunque no nos caractericen, forman parte de nuestra integridad y la podemos sacar a relucir en cualquier momento, sin previo aviso, y ahí empieza el problema del taxópata, cuando el racional se exaspera, cuando el tacaño es dadivoso, cuando feligrés blasfema, en resumen, cuando una suerte de oxímoron aparece. El gran enemigo del animal taxópata son los oxímorones que se le aparecen.

Julio Cortázar, en una lúdica y divertida obra denominada “Historias de Cronopios y de Famas” expone a su manera esta realidad proponiendo tres tipos de seres: Los famas: seres muy formales que defienden tenazmente el establishment, los cronopios, personajes que se mantienen al margen del orden establecido y finalmente las esperanzas que son personajes intermedios que se dejan llevar tanto por los Famas como por los Cronopios, allí también aparece el oximorón, cuando los famas se vuelven medios cronopios y viceversa.

El taxópata, en términos de relaciones humanas es un completo peligro, encasilla, denota, limita y estructura permanentemente, es un enemigo de los espíritus libres así como de la diversidad y pluralidad de pensamientos y acciones que coexisten en una misma persona para el cual es necesario tomar escrupulosas precauciones para no quedar atrapado en su peligrosa estructura.

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