Por
lo que a mí respecta, Macbeth siempre fue superior a Hamlet. Superior en un
sentido metafórico respecto a la cotidianeidad de los personajes de cara a un
realismo pragmático y aunque en principio hablo de las obras, me refiero
específicamente a los personajes: Lady Macbeth y al Príncipe Hamlet. Por
supuesto que no deja de ser un mero juicio de valor, comparar la codicia
desmedida de la pareja escocesa con el existencialismo del príncipe danés es probablemente
una vesania que sólo pasa por mi cabeza pero que considero importante
desarrollar.
En
efecto, tanto Macbeth cuanto Hamlet son probablemente las obras más
representativas de William Shakespeare y dos obras teatrales que han dado lugar
a una serie de estudios de diversas disciplinas para dar una explicación sobre
la obra del dramaturgo inglés, creo que no cabe un carácter comparativo de las
obras sino que deben ser analizadas, cada una, en su propia unidad e inmensidad.
En
el caso de Hamlet, la riqueza filosófica, religiosa, contextual e histórica de
la obra es sin duda bastante diversa y rica pero su permanente letanía del
relativismo nos lleva a un pensamiento abisal, bentónico, nos encamina por
senderos vertiginosos, nos lleva a un terreno ontológico y por momentos, casi
lisérgico. Vuelvo a indicar que riqueza no le falta al personaje y que esto es
un tema de matices.
Por
su parte, Macbeth toma elementos bastante más mundanos e inherentes a la
naturaleza del ser humano, la codicia, la ambición, la traición, el asesinato,
Macbeth plantea un mundo de permanentes perfidias, de engaños, de macabros
planes para lograr el poder. Lady Macbeth es, para mí, uno de los personajes
más siniestros y macabros de la literatura occidental y que describe acertadamente
los pensamientos más obscuros y viles del ser humano.
A
mi juicio, toda la obra de Shakespeare trascendió y cada obra tomó elementos
propios y una temática particular (como la ira fue al Rey Lear o el amor a
Romeo y Julieta), sin embargo, de todos los personajes creados por Shakespeare
me sigo quedando con Lady Macbeth, personaje que ha acompañado y asesorado a la
humanidad desde sus inicios, la Biblia lo plantea desde el génesis con Eva
tentando a Adán a tomar el fruto prohibido. Lady Macbeth ha asesorado a crueles
dictadores a instaurar y perpetuar su nefasto poder sembrando odios, pobreza y
dolor, a gobernantes llevando a sus pueblos a un estado de inestabilidad y corrupción
generalizado, a financieros que nos han llevado a esta crisis mundial que ya
pasa de ser de económica a una crisis teleológica y, en esencia, una crisis moral.
Macbeth
pues, propone un mundo con matices propios a la naturaleza humana y es lo que
finalmente me acerca más a dicha obra, Lady Macbeth por su parte acapara los
sentimientos más ruines y despreciables de la humanidad de cara a la búsqueda
del poder, cegada por su propia codicia, destruyendo cualquier obstáculo que se
interponga en su camino. Sin ánimo de misantropía alguna, me parece propio
señalar que la naturaleza del ser humano, sus sentimientos más recónditos,
propios y consubstanciales nunca han tenido el menor espíritu noble, sino más
bien todo lo contrario, estos sentimientos continúan manifestándose en nuestros
días, desde distintos fueros y a mi parecer, jamás fue descrito con mayor
exquisitez que con el personaje de Lady Macbeth.
No hay comentarios:
Publicar un comentario