sábado, 24 de marzo de 2012

La Moral de la Naranja Mecánica


Sin duda, “A Clockwork Orange” es una obra fundamental en la cultura occidental del siglo XX. Publicada por Anthony Burgess en 1962 y traducida al español como “La Naranja Mecánica”, la novela va contando diversos acontecimientos de Alex, el personaje principal, un asesino inmisericorde, un elemento mecánico diseñado para el envilecimiento permanente e inhibido completamente para un mínimo de discernimiento moral entre el bien y el mal.

Burgess, quien utiliza diversas técnicas lúdicas desde el propio título de la novela hasta el uso de un peculiar lenguaje pandillero (basado principalmente en el lenguaje ruso) y finalmente el juego de dos finales distintos de la novela. En efecto, el famoso capítulo 21, que forma parte de la novela original y tal como fue diseñada por el autor, fue suprimido para la edición norteamericana, un nuevo elemento de juego con el que pareciera gozar tanto este joyceano autor inglés. Pero ¿cuál es la diferencia?, ¿por qué Burgess decidiría suprimir el último capítulo para la edición en otro País?, ¿acaso era sólo el afán de entretenerse con los lectores? No lo creo, el tema va un poco más allá, el famoso capítulo suprimido muestra finalmente a un Alex reformado, que ha tomado conciencia de su mal y su intensión por cambiar radicalmente su modo de vida, es decir, la elección moral final del personaje por el bien.

Creo que en cierto modo, Burgess debe haberse arrepentido de la elaboración y publicación en Londres del último capítulo, ni el mismo autor podía creer verosímil que un personaje como Alex cambiaría de manera radical, podría regenerarse o sentir el menor remordimiento de lo vivido, aquel absurdo método de profilaxis mental al que fue sometido durante su estancia en la cárcel no era suficiente para una redención plena y total, su personaje merecía algo más que ese final.   

La moral de la Naranja Mecánica, tal como la describe el autor en el recorrido por el personaje, no puede estar sujeta al libre albedrío, está más bien atrapada por la permanente búsqueda del mal, con total indolencia ante el dolor de sus víctimas. Bajo ese contexto, ¿era dable haber escrito el capítulo 21?, ¿era acaso tan sencillo para el autor escribir un último capítulo donde deshace por completo la imagen de torturador, asesino, violador y depredador social que durante veinte capítulos se había esmerado en mostrar?. Creo que el último capítulo desdibuja al personaje principal, minimiza la intensión del autor de convertirlo en un personaje más real, capaz de plantearse cuestionamientos complejos sobre la elección moral entre el bien y el mal y, consecuentemente, su supresión reafirma la intensión de mostrar a una real y auténtica Naranja Mecánica. Me sigo quedando con la edición norteamericana.  

  

sábado, 17 de marzo de 2012

La Campana de Braudel


El concepto lo tomé rápidamente cuando lo leí en “El Misterio del Capital” de Hernando de Soto y me ha acompañado por muchos años. La denotación del concepto era bastante sencilla en su inicio: La Campana de Braudel era una campana de vidrio transparente, imaginaria, dentro de la cual se situaba determinado grupo de personas que eran beneficiadas por el capitalismo, contrario sensu, quienes se encontraban fuera de la campana estaban marginados por el sistema, condenados no sólo a encontrarse al margen de los beneficios del mismo sino algo peor, a poder ver, observar, contemplar  cómo sí se beneficiaban los que estaban dentro de la campana (recordemos que se trataba de una campana de vidrio transparente).

El concepto es atribuido a Fernand Braudel (1902 - 1985), quien para mi sorpresa no era un economista sino un afamado historiador francés a quien le pareció en su momento muy extraño que, desde sus orígenes, el capitalismo trajera, al mismo tiempo mucha prosperidad y riqueza a un sector de la sociedad como tanta marginación y exclusión a otro, por lo que graficó, metafóricamente, al grupo afortunado dentro de una campana de vidrio.

La campana de Braudel es fácil de encontrar en casi cualquier sociedad capitalista del mundo occidental, la campana es construida con escrupulosidad e incluso es aceptada por ambas partes (beneficiarios y excluidos), de manera tácita, se construye, se acepta, y finalmente se incorpora al statu quo, genera una serie de brechas económicas y quiebres políticos y sociales, cada vez nos encontramos con personas y sociedades que se encuentran dentro del grupo de beneficiados que niegan la realidad de su sociedad de manera integral, autos con lunas obscuras, rejas y muros levantados, verdaderos búnkers construidos con un sentido de protección son fáciles de encontrar en cualquier ciudad capitalista.

En el Perú, esta campana levantada ha sido y es utilizada a menudo por políticos para sus campañas presidenciales, mostrándola con morbosidad y generando permanentemente un enfrentamiento entre los ciudadanos, los excluidos son alimentados con una serie de promesas que generan significativas expectativas y que, al no verse cumplidas en su cabalidad, generan una serie de conflictos sociales. Cada año crecen los conflictos sociales en el Perú, por la falta de acceso a educación, a vías de comunicación, a infraestructura, a agua. No es un tema de ahora, es un problema que se originó incluso desde antes de nuestra emancipación, la Campana de Braudel siempre existió en el Perú y hoy se encuentra intacta, ¿acaso el Estado tiene la culpa? Sí, ¿acaso la larga historia de fraccionamientos, divisiones, clasismo, racismo y demás conceptos de segregación tienen algo que ver en el asunto?, también, pero acaso, nosotros, ciudadanos de a pie, no hemos puesto nuestro granito de arena para que nada de esta situación cambie, para que la campana continúe, para que el rosario de conflictos sociales que tenemos actualmente no se encuentren en el estado al que han llegado. Creo que es momento de reflexionar y de pensar que sí podemos y tenemos que contribuir, no es sólo un tema de Estado, de economistas e historiadores, es un problema también que concierne a todos los peruanos, no deberíamos de quejarnos de las campanas de vidrio que nosotros mismos hemos ayudado a construir, creo que no se trata de derribar las campanas, se trata de ampliarlas para que todos entremos allí, y esto último es más un tema de actitud de ciudadanos de a pie. 

sábado, 3 de marzo de 2012

Lady Macbeth


Por lo que a mí respecta, Macbeth siempre fue superior a Hamlet. Superior en un sentido metafórico respecto a la cotidianeidad de los personajes de cara a un realismo pragmático y aunque en principio hablo de las obras, me refiero específicamente a los personajes: Lady Macbeth y al Príncipe Hamlet. Por supuesto que no deja de ser un mero juicio de valor, comparar la codicia desmedida de la pareja escocesa con el existencialismo del príncipe danés es probablemente una vesania que sólo pasa por mi cabeza pero que considero importante desarrollar.

En efecto, tanto Macbeth cuanto Hamlet son probablemente las obras más representativas de William Shakespeare y dos obras teatrales que han dado lugar a una serie de estudios de diversas disciplinas para dar una explicación sobre la obra del dramaturgo inglés, creo que no cabe un carácter comparativo de las obras sino que deben ser analizadas, cada una, en su propia unidad e inmensidad.

En el caso de Hamlet, la riqueza filosófica, religiosa, contextual e histórica de la obra es sin duda bastante diversa y rica pero su permanente letanía del relativismo nos lleva a un pensamiento abisal, bentónico, nos encamina por senderos vertiginosos, nos lleva a un terreno ontológico y por momentos, casi lisérgico. Vuelvo a indicar que riqueza no le falta al personaje y que esto es un tema de matices.
  
Por su parte, Macbeth toma elementos bastante más mundanos e inherentes a la naturaleza del ser humano, la codicia, la ambición, la traición, el asesinato, Macbeth plantea un mundo de permanentes perfidias, de engaños, de macabros planes para lograr el poder. Lady Macbeth es, para mí, uno de los personajes más siniestros y macabros de la literatura occidental y que describe acertadamente los pensamientos más obscuros y viles del ser humano.

A mi juicio, toda la obra de Shakespeare trascendió y cada obra tomó elementos propios y una temática particular (como la ira fue al Rey Lear o el amor a Romeo y Julieta), sin embargo, de todos los personajes creados por Shakespeare me sigo quedando con Lady Macbeth, personaje que ha acompañado y asesorado a la humanidad desde sus inicios, la Biblia lo plantea desde el génesis con Eva tentando a Adán a tomar el fruto prohibido. Lady Macbeth ha asesorado a crueles dictadores a instaurar y perpetuar su nefasto poder sembrando odios, pobreza y dolor, a gobernantes llevando a sus pueblos a un estado de inestabilidad y corrupción generalizado, a financieros que nos han llevado a esta crisis mundial que ya pasa de ser de económica a una crisis teleológica y, en esencia, una crisis moral.

Macbeth pues, propone un mundo con matices propios a la naturaleza humana y es lo que finalmente me acerca más a dicha obra, Lady Macbeth por su parte acapara los sentimientos más ruines y despreciables de la humanidad de cara a la búsqueda del poder, cegada por su propia codicia, destruyendo cualquier obstáculo que se interponga en su camino. Sin ánimo de misantropía alguna, me parece propio señalar que la naturaleza del ser humano, sus sentimientos más recónditos, propios y consubstanciales nunca han tenido el menor espíritu noble, sino más bien todo lo contrario, estos sentimientos continúan manifestándose en nuestros días, desde distintos fueros y a mi parecer, jamás fue descrito con mayor exquisitez que con el personaje de Lady Macbeth.