domingo, 15 de julio de 2012

El Fenómeno de la Decadencia


El fenómeno ha llegado de una manera natural, está instalado cómodamente a nuestro costado y ha llegado para profundizarse. La fijación de lo trivial en nuestros tiempos ha tomado una primacía absoluta sobre todos los cimientos sociales sobre los cuales se mueve nuestra civilización. El asesinato, la violación y el escándalo llenan portadas de diarios, noticias en internet, horas en televisión. Este fenómeno social no es nuevo en sí, es decir, existieron siempre pero nunca de una manera tan entronizada y endiosada como nos lo muestran los medios de comunicación masiva en nuestros tiempos, la banalidad, lo ramplón, lo vulgar, lo trivial, lo grotesco y la gazmoñería ocupan un lugar estelar en nuestros tiempos sobre los cuales giran nuestras conversaciones cotidianas y ocupan el tema central en nuestra mesa a la hora de la merienda.

¿Acaso este fenómeno ocurre por una descripción contemporánea de los tiempos vividos?, no niego que exista en el mundo un incremento significativo de la violencia en distintas formas, pero esto siempre existió, desde nuestros orígenes, lo que es nuevo es la fijación y la pretensión que estos eventos hayan pasado a ser las noticias principales de los medios de comunicación y que, hábilmente, lo coloquen en boca de todo el pueblo, es decir: La ramplonada en boca de todos.

Por supuesto y en efecto, este fin no es involuntario, ni casual, es un fin premeditado con la finalidad de tener poblaciones menos pensantes, ocupadas de trivialidades, más propensas a ser bombardeadas con campañas publicitarias de productos simplones y más propensos, por ende, a su consumo. Desde un punto de vista económico el fenómeno es un éxito pero, ¿desde un punto de vista de cultura?. La cultura siempre fue un tema de elite, sin embargo en los últimos años hemos sido testigos de su democratización en el sentido del acceso a la información, lastimosamente (o quizá para bien) eso dista mucho del conocimiento el cual implica una serie de capas previas, como la investigación, el cuestionamiento, el análisis, el debate. Esto último, el debate, ha sido desterrado casi por completo de los espacios de comunicación masiva, casi son inexistentes hoy en día, la vorágine informativa en la cual, por ejemplo, las noticias son leídas por los encabezados (tweets en nuestros días) han suplantado casi totalmente a la lectura del artículo, en el cual se realiza un análisis bastante más complejo que la noticia en sí, es decir, tan importante como saber si estalló un conflicto en Medio Oriente es (o debería ser) saber quienes son los actores, cuáles son las demandas de ambos lados, cuáles son las circunstancias mediante las cuales estalló el posible conflicto para que el lector pueda tener una concepción más holística del problema por así decirlo.

Ya el Doctor Hostos, filósofo chileno de agudo sentido crítico mencionaba, en una obra escrita en los umbrales decimonónicos, refiriéndose y criticando al genero literario novela diciendo “es más fácil leer imaginando que leer pensando”, en efecto, ya Hostos describía en aquella época una decadencia de la literatura, al inclinarse los lectores por el género novela con Flaubert a la cabeza, éstos ya incurrían en decadencia, posteriormente, como parte de la mencionada decadencia, el mundo vivió diversos matices de la misma en diversas formas de manifestaciones culturales, recordemos el atrevimiento de Marcel Duchamp con su irreverencia en el arte contemporáneo, el surgimiento de arte surrealista, donde la manifestación de la decadencia de la cultura alcanza a mi juicio su máximo esplendor, con André Breton liderando el mando y Max Ernst como un perfecto alfil del mismo, la propio con la poesía Beatnik y Allen Gisnberg. Fenómenos posteriores como el surgimiento del rock and roll, los talk shows televisivos, el eterno rosario de letanías de insignificancia que nos entrega You Tube (basta ver los 10 vídeos más vistos) o las redes sociales, cada una de ellas conforma parte de esta decadencia que estamos viviendo desde hace un par de siglos por lo menos, no es que cada una de ellas nos haya conllevado directamente hacia la decadencia, cada una de ellas, analizadas individualmente son una consecuencia natural del decaimiento de los movimientos sociales y, por qué no, políticos generados que se concatenan como meros peldaños de una escalera descendiente con destino a la simplicidad absoluta.

Cabe señalar que la mencionada democratización de la cultura, o quizá de los medios de acceso a la misma, así como el gran progreso en diversas áreas como la ciencia y la tecnología sólo constituyen elementos contradictorios en esta carrera acelerada del hombre por lo abisal en la concepción tanto de convivencia pacífica como de trascendencia cultural. A fin de cuentas, la decadencia, entendida como la intensión sistemática, organizada y premeditada de destrucción de los fines culturales que lo rodean y del empobrecimiento espiritual del hombre hacia su concepción como ser y la negación del ensimismamiento es un fenómeno prácticamente irreversible, la generación de una falsa veneración hacia lo cultural, entendida como una falsa praxis de admiración hacia la cultura (que en sí no es más que una forma social de negación ante la evidencia del la decadencia) ha conllevado al hombre a una nueva estancia que se podría llamar la de la cultura light (más le importa la exhibición de o con una obra de arte que la apreciación, admiración y entendimiento en sí del arte).

A fin de cuentas, como ya se ha dicho, el arte constituye una cristalización simbólica del mundo amorfo del sentimiento, son precisamente esas manifestaciones de la época lo que dio lugar en su momento al Renacentismo, y son los mismos motivos que llevaron a la creación del arte surrealista, evidenciando en lo último un caos total del entendimiento del hombre hacia lo que lo rodea. El mundo amorfo del sentimiento continúa en decadencia y continúa manifestándose permanentemente en esta etapa altamente mediática y de vorágine que vivimos en la que cada vez nos parecemos más a la caricatura de lo que fuimos.


sábado, 5 de mayo de 2012

El Animal Taxópata



Hace algún tiempo pienso que el ser humano es un animal lisérgicamente taxópata. Bien, lo de animal lo he podio suprimir para evitar herir susceptibilidades… ¡pero qué mas da!, ciertamente, a todos los animales les brindo mi disculpa. Lo que sí no es cuestionable es la taxopatía, un neologismo que vengo usando desde hace algún tiempo y que describe la vesánica obsesión del ser humano por clasificar todo. Taxopatía esta compuesto por dos vocablos griegos: Taxis (ordenamiento, clasificación) y Pathos (padecimiento), es decir, más que una afición, mas que una manía, es una enfermedad que puede llegar a ser peligrosa.

El hombre se ha dedicado desde hace mucho a clasificar todo cuanto está a su alrededor, repasemos: La geografía la ha clasificado por países, por continentes, por regiones, provincias, estados, ciudades y pueblos, así también ha estructurado la orografía (montañas), la hidrografía y ni que decir sobre el espacio: Estrellas, planetas, satélites, galaxias entre otros, en el colmo, en el 2,006 se le despojó del título de planeta a Plutón y lejos de pasarlo a mejor vida crearon un nuevo concepto, una nueva clase: planeta enano (¿?), sí, ahora es un planeta enano, incluso para otros lo denomina objeto transneptuniano, creando así una nueva clasificación. La medicina, la anatomía y la zoología son grandes ejemplos también, allí se ha clasificado prácticamente todo: Reino, Filo, Clase, Orden, Familia, Género, Especie entre otros sub géneros, es decir, taxopatía pura.

En efecto, se puede decir que es algo completamente necesario, antes, dado que el conocimiento era escaso, existía un grupo reducido de personas que lo atesoraba, al haber ido ampliando el conocimiento, el ser humano ha tenido que seguir clasificando en su afán por lograr un mayor entendimiento acerca de la información y conocimiento que adquiere cada día, hasta allí todo razonablemente comprensible (aunque ignoro si es un mecanismo inherente del cerebro del ser humano para captar conocimiento). El problema empieza cuando se lleva el terreno de las relaciones humanas, allí también la taxopatía delirante aflora: Existen seres racionales, otros emocionales, están los sociales, los huraños, los incomprendidos y los sin compasión, los tímidos, los arriesgados, los intrépidos, los conservadores, los puritanos, los lascivos y otros más. Bien, es sabido que el ser humano no esta íntegramente realizado por un aspecto o característica de su personalidad, sino que dentro de nosotros coexisten diversas fuerzas y rasgos que, aunque no nos caractericen, forman parte de nuestra integridad y la podemos sacar a relucir en cualquier momento, sin previo aviso, y ahí empieza el problema del taxópata, cuando el racional se exaspera, cuando el tacaño es dadivoso, cuando feligrés blasfema, en resumen, cuando una suerte de oxímoron aparece. El gran enemigo del animal taxópata son los oxímorones que se le aparecen.

Julio Cortázar, en una lúdica y divertida obra denominada “Historias de Cronopios y de Famas” expone a su manera esta realidad proponiendo tres tipos de seres: Los famas: seres muy formales que defienden tenazmente el establishment, los cronopios, personajes que se mantienen al margen del orden establecido y finalmente las esperanzas que son personajes intermedios que se dejan llevar tanto por los Famas como por los Cronopios, allí también aparece el oximorón, cuando los famas se vuelven medios cronopios y viceversa.

El taxópata, en términos de relaciones humanas es un completo peligro, encasilla, denota, limita y estructura permanentemente, es un enemigo de los espíritus libres así como de la diversidad y pluralidad de pensamientos y acciones que coexisten en una misma persona para el cual es necesario tomar escrupulosas precauciones para no quedar atrapado en su peligrosa estructura.

sábado, 28 de abril de 2012

El Atolón del Silencio


Corría el año 1995, yo era un estudiante que iniciaba mi vida universitaria y me enfrentaba al mundo con libros y cigarrillos. En paralelo, el presidente francés Jacques Chirac se enfrentaba a la comunidad internacional quien criticaba, de manera severa, las pruebas nucleares que estaba desarrollando su País en el Atolón de Mururoa (ubicado en el archipiélago de la Polinesia Francesa).

Mi Universidad había organizado una protesta, me pareció interesante que no haya sido una iniciativa de los alumnos sino de orden institucional, una protesta organizada por la misma casa académica, dirigida y alentada por sus ejecutivos, una protesta pacífica que incluía paneles en contra de las pruebas, estudiantes casi indignados con las pruebas francesas quienes tenían entre sus manos plantas. Partía de la Universidad y concluía unas doce cuadras después, en la Plaza Mayor de Trujillo y, de manera simbólica, al finalizar la protesta (un curioso pasacalles estudiantil que duró cerca de tres horas), los estudiantes sembrarían las plantitas en la mismísima Plaza, se tomarían fotos y después se irían a sus casas a almorzar. Yo, sin mucho reparo me uní al pasacalles, seguramente más por socializar con mi nueva comunidad universitaria que por mi firme determinación ecologista, al finalizar, pude ver el espectáculo de la siembra mientras fumaba a pocos metros de distancia con cierto estupor.

La pregunta que me asaltó en ese momento es la misma pregunta que me ha acompañado durante muchos años después del mencionado hecho: ¿Sirve de algo?, ¿Acaso el Presidente Jacques Chirac, al ver a un grupo de entusiastas universitarios verdes sembrando plantas en la plaza de una provincia de un país del tercer mundo daría marcha atrás?  Las protestas se realizaron en todo el mundo, grupos organizados como Greenpease fomentaron lo propio y el resultado fue el mismo: Francia siguió realizando las pruebas nucleares sin que una sola ceja se le moviera a Chirac.

Caído el muro de Berlín, la moda anticomunista y la cultura Beatnik, surgieron los grupos ecologistas con mayor fuerza, el establishment se volvió más verde (de la boca para afuera) y hoy en día los grupos activistas protestan casi por cualquier cosa (La Crisis Económica Mundial vienen siendo su buque insignia por estos días), me parece que está muy bien ser verde, activista, indignado o como se diga hoy en día, todos corresponden mas o menos al mismo patrón de protesta contra las pretensiones de abusos (o abusos propiamente) que desarrollan Gobiernos y Empresas en todo el mundo, pero ¿es suficiente?, ¿acaso estos grupos han alcanzado la madurez suficiente para ser considerado un sector serio, fuerte y sobre todo eficaz con los nobles objetivos que persigue?. Creo que los resultados saltan a la vista: Están muy lejos de convertirse en una real fuerza de contrapeso ante los excesos a los cuales nos venimos enfrentando a diario: Extinciones de animales, deterioro real de nuestro ecosistema, corrupción generalizada en los gobiernos, abusos de poder en general.

Creo que estos grupos, si quieren lograr mejores resultados, deben cambiar de manera radical la manera como vienen enfrentando el problema con mayor inteligencia, por ejemplo insertarse y fortalecer los sistemas educativos, crear sanciones reales y drásticas desde el establishment en vez de creer en la autorregulación a raíz de protestas en las calles. De no hacerlo estarán condenados a seguir siendo vistos como pequeños grupos de contracultura, con ínfimo poder, completamente fuera del panorama político mundial, más o menos como lo es hoy el Atolón del silencio en el que se ha convertido el de Mururoa. 



domingo, 15 de abril de 2012

Lo Consubstancial


Según un artículo publicado hace poco por Tomás Unger, al ser humano, desde que descubrió el fuego, le tardó más de 100,000 años en llegar a ser el primer millón de individuos sobre el planeta, para el año 400 A.C. se estima que ya habían doscientos millones de humanos en el mundo, para el siglo XVIII ya habíamos alcanzado los primeros mil millones, es decir, en plena Revolución Industrial.

Esta Revolución cambió completamente la concepción de los seres humanos, allí se genera una necesidad de producción natural, las personas que habitaban en los campos empezaron a desplazarse hacia zonas cercanas a las fábricas, es allí donde nace y se evidencia el concepto de urbe, a partir de ahí el crecimiento de humanos se vuelve casi exponencial, repasemos algunas cifras: Los mil millones se duplicaron en menos de 100 años, para el año 1975 éramos ya 4,000 mil millones, hoy en día nos encontramos en una cifra cercana a los 6,800 millones y se estima que para el año 2050 la cifra llegará a cerca de 9,300 millones. Estas cifras son alarmantes.

Desde luego existen diversas causas de este crecimiento exponencial, el avance de la medicina, la cultura de la salubridad, las condiciones de vida entre otros. De la misma manera, existen una serie de amenazas también tales como la crisis de alimentos, los problemas económicos inherentes al incremento de la esperanza de vida tales como el empleo o los beneficios previsionales y, finalmente, un problema bastante más complejo que se aproxima: La crisis energética.

Sin embargo, existe ya una problemática social que vivimos desde hace bastante tiempo y que ahora, bajo la concepción de aglomeración urbana se hacen cada día más evidente: El racismo y la xenofobia. Ambos, aunque con distinto énfasis por cada zona geográfica representan un gran flagelo en nuestras sociedades y son condenadas permanentemente por grupos que buscan una concepción más plural sobre la convivencia en urbes. La gran pregunta es, ¿cómo es posible que tanto el racismo y la xenofobia, que fueron construidos desde el principio de la humanidad por una necesidad natural y consubstancial de protección, sea desterrado en nuestros días después de miles de años de existencia en nuestro cerebro? ¿acaso nuestra capacidad evolutiva es tan rauda como para adaptarse a los nuevos parámetros sociales de manera automática?

El racismo y la xenofobia están con nosotros desde nuestros orígenes como especie, se encuentran en una capa muy primitiva de nuestra corteza cerebral y va a ser muy difícil que las estructuras sociales (que en el cerebro humano son demasiado recientes) nos puedan cambiar hacia un ambiente de tolerancia, respeto y convivencia pacífica. Existe un elemento importante y capital que nos puede permitir este anhelado consenso cerebral: La Educación. Para ambos flagelos, la educación es un elemento clave en el desarrollo de estructuras sociales orientadas hacia la tolerancia y al respeto, nos reafirma un sentido de pertenencia y fraternidad hacia el prójimo. No estoy seguro que finalmente la especie lo logre, sin embargo creo que el hecho de transcurrir en el camino, aunque largo y áspero, nos hará encontrarnos en un punto mejor que el actual. 

lunes, 9 de abril de 2012

Con Yelmo de Mambrino y Bálsamo de Fierabrás


Me la he pasado casi diez años sin escribir. Las razones exactas no las he llegado a dilucidar aún, quizá se ha debido a mi descuido, a desinterés, o simplemente a falta de ganas. Lo que sí sé es que ahora no sólo he recuperado mi interés y mis ganas, sino que he coleccionado una maleta llena de temas y asuntos que acaparan mi interés, además pienso que es un buen momento para hacerlo, para expresar, a mi manera, una visión propia de un mundo cada vez más impropio, de lo que me rodea, de poner ciertos puntos sobre las íes acerca de algunos temas que intencionalmente se dejan de abordar y que considero de interés exponer algunas consideraciones sobre las cuales discutir y sobre todo reflexionar. Esta reacción media quijotesca no es nueva en mi vida, asaltó mi sentir hace diez años, ahora ha vuelto sin que la llame y sin ánimo de envestir sobre molinos de viento les presento este nuevo espacio, mi espacio.

Pero resulta que lo quijotesco en realidad me ha acompañado estos diez años, como siempre pasa sin que yo lo perciba. Fue en el verano finisecular de 1999 cuando leí El Quijote, me acordaba del gran Luis Felipe Angell (Sofocleto) quien escribió una vez que él era uno de los pocos seres humanos vivos que se había leído la versión completa del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. En efecto, con el tiempo hube de advertir que yo era uno de los pocos seres humanos vivos que lo había leído completo, las más de 1,000 páginas con las notas de pie de Rodríguez Marín (porque es imposible entenderlos sin las respectivas notas), nótese que dije el verano porque me tardó gran parte del mismo en leerlo y tomar los apuntes. Hubo dos conceptos que en ese momento captaron mi atención: La escena del Yelmo de Mambrino, el yelmo es un casco propio de parafernalia caballeresca, Mambrino fue un Rey quien fue muerto por Reinaldo de Montalván, era un yelmo encantado que tenía la propiedad de proteger la vida de quien lo portara. En otra parte, se menciona al Bálsamo de Fierabrás, un bálsamo robado de Roma por Fierabrás (un gigante) y estaba compuesto de los perfumes que sobraron al embalsamar el cuerpo de Jesús, el que lo bebía quedaba curado instantáneamente de sus heridas. En ambos casos, Cervantes realiza sendas chanzas sobre las leyendas con sus personajes.

Es así como me he sentido en estos últimos años, metafóricamente hablando, protegido por un Yelmo, y por si algo fallara en el camino, portando un bálsamo de Fierabrás y con los cuales inicio este nuevo ciclo de escritos, sobre los temas de mi interés, los que ocupan mi mente, los que me irritan, los que me mueven, es así como les presento este blog que tiene la infame osadía de invitarlos a la reflexión en estos tiempos donde paradójicamente, el mundo, al mismo tiempo de hacérsenos más pequeño, se nos hace mas ajeno.

Lima, 1 de Noviembre de 2011 

sábado, 24 de marzo de 2012

La Moral de la Naranja Mecánica


Sin duda, “A Clockwork Orange” es una obra fundamental en la cultura occidental del siglo XX. Publicada por Anthony Burgess en 1962 y traducida al español como “La Naranja Mecánica”, la novela va contando diversos acontecimientos de Alex, el personaje principal, un asesino inmisericorde, un elemento mecánico diseñado para el envilecimiento permanente e inhibido completamente para un mínimo de discernimiento moral entre el bien y el mal.

Burgess, quien utiliza diversas técnicas lúdicas desde el propio título de la novela hasta el uso de un peculiar lenguaje pandillero (basado principalmente en el lenguaje ruso) y finalmente el juego de dos finales distintos de la novela. En efecto, el famoso capítulo 21, que forma parte de la novela original y tal como fue diseñada por el autor, fue suprimido para la edición norteamericana, un nuevo elemento de juego con el que pareciera gozar tanto este joyceano autor inglés. Pero ¿cuál es la diferencia?, ¿por qué Burgess decidiría suprimir el último capítulo para la edición en otro País?, ¿acaso era sólo el afán de entretenerse con los lectores? No lo creo, el tema va un poco más allá, el famoso capítulo suprimido muestra finalmente a un Alex reformado, que ha tomado conciencia de su mal y su intensión por cambiar radicalmente su modo de vida, es decir, la elección moral final del personaje por el bien.

Creo que en cierto modo, Burgess debe haberse arrepentido de la elaboración y publicación en Londres del último capítulo, ni el mismo autor podía creer verosímil que un personaje como Alex cambiaría de manera radical, podría regenerarse o sentir el menor remordimiento de lo vivido, aquel absurdo método de profilaxis mental al que fue sometido durante su estancia en la cárcel no era suficiente para una redención plena y total, su personaje merecía algo más que ese final.   

La moral de la Naranja Mecánica, tal como la describe el autor en el recorrido por el personaje, no puede estar sujeta al libre albedrío, está más bien atrapada por la permanente búsqueda del mal, con total indolencia ante el dolor de sus víctimas. Bajo ese contexto, ¿era dable haber escrito el capítulo 21?, ¿era acaso tan sencillo para el autor escribir un último capítulo donde deshace por completo la imagen de torturador, asesino, violador y depredador social que durante veinte capítulos se había esmerado en mostrar?. Creo que el último capítulo desdibuja al personaje principal, minimiza la intensión del autor de convertirlo en un personaje más real, capaz de plantearse cuestionamientos complejos sobre la elección moral entre el bien y el mal y, consecuentemente, su supresión reafirma la intensión de mostrar a una real y auténtica Naranja Mecánica. Me sigo quedando con la edición norteamericana.  

  

sábado, 17 de marzo de 2012

La Campana de Braudel


El concepto lo tomé rápidamente cuando lo leí en “El Misterio del Capital” de Hernando de Soto y me ha acompañado por muchos años. La denotación del concepto era bastante sencilla en su inicio: La Campana de Braudel era una campana de vidrio transparente, imaginaria, dentro de la cual se situaba determinado grupo de personas que eran beneficiadas por el capitalismo, contrario sensu, quienes se encontraban fuera de la campana estaban marginados por el sistema, condenados no sólo a encontrarse al margen de los beneficios del mismo sino algo peor, a poder ver, observar, contemplar  cómo sí se beneficiaban los que estaban dentro de la campana (recordemos que se trataba de una campana de vidrio transparente).

El concepto es atribuido a Fernand Braudel (1902 - 1985), quien para mi sorpresa no era un economista sino un afamado historiador francés a quien le pareció en su momento muy extraño que, desde sus orígenes, el capitalismo trajera, al mismo tiempo mucha prosperidad y riqueza a un sector de la sociedad como tanta marginación y exclusión a otro, por lo que graficó, metafóricamente, al grupo afortunado dentro de una campana de vidrio.

La campana de Braudel es fácil de encontrar en casi cualquier sociedad capitalista del mundo occidental, la campana es construida con escrupulosidad e incluso es aceptada por ambas partes (beneficiarios y excluidos), de manera tácita, se construye, se acepta, y finalmente se incorpora al statu quo, genera una serie de brechas económicas y quiebres políticos y sociales, cada vez nos encontramos con personas y sociedades que se encuentran dentro del grupo de beneficiados que niegan la realidad de su sociedad de manera integral, autos con lunas obscuras, rejas y muros levantados, verdaderos búnkers construidos con un sentido de protección son fáciles de encontrar en cualquier ciudad capitalista.

En el Perú, esta campana levantada ha sido y es utilizada a menudo por políticos para sus campañas presidenciales, mostrándola con morbosidad y generando permanentemente un enfrentamiento entre los ciudadanos, los excluidos son alimentados con una serie de promesas que generan significativas expectativas y que, al no verse cumplidas en su cabalidad, generan una serie de conflictos sociales. Cada año crecen los conflictos sociales en el Perú, por la falta de acceso a educación, a vías de comunicación, a infraestructura, a agua. No es un tema de ahora, es un problema que se originó incluso desde antes de nuestra emancipación, la Campana de Braudel siempre existió en el Perú y hoy se encuentra intacta, ¿acaso el Estado tiene la culpa? Sí, ¿acaso la larga historia de fraccionamientos, divisiones, clasismo, racismo y demás conceptos de segregación tienen algo que ver en el asunto?, también, pero acaso, nosotros, ciudadanos de a pie, no hemos puesto nuestro granito de arena para que nada de esta situación cambie, para que la campana continúe, para que el rosario de conflictos sociales que tenemos actualmente no se encuentren en el estado al que han llegado. Creo que es momento de reflexionar y de pensar que sí podemos y tenemos que contribuir, no es sólo un tema de Estado, de economistas e historiadores, es un problema también que concierne a todos los peruanos, no deberíamos de quejarnos de las campanas de vidrio que nosotros mismos hemos ayudado a construir, creo que no se trata de derribar las campanas, se trata de ampliarlas para que todos entremos allí, y esto último es más un tema de actitud de ciudadanos de a pie. 

sábado, 3 de marzo de 2012

Lady Macbeth


Por lo que a mí respecta, Macbeth siempre fue superior a Hamlet. Superior en un sentido metafórico respecto a la cotidianeidad de los personajes de cara a un realismo pragmático y aunque en principio hablo de las obras, me refiero específicamente a los personajes: Lady Macbeth y al Príncipe Hamlet. Por supuesto que no deja de ser un mero juicio de valor, comparar la codicia desmedida de la pareja escocesa con el existencialismo del príncipe danés es probablemente una vesania que sólo pasa por mi cabeza pero que considero importante desarrollar.

En efecto, tanto Macbeth cuanto Hamlet son probablemente las obras más representativas de William Shakespeare y dos obras teatrales que han dado lugar a una serie de estudios de diversas disciplinas para dar una explicación sobre la obra del dramaturgo inglés, creo que no cabe un carácter comparativo de las obras sino que deben ser analizadas, cada una, en su propia unidad e inmensidad.

En el caso de Hamlet, la riqueza filosófica, religiosa, contextual e histórica de la obra es sin duda bastante diversa y rica pero su permanente letanía del relativismo nos lleva a un pensamiento abisal, bentónico, nos encamina por senderos vertiginosos, nos lleva a un terreno ontológico y por momentos, casi lisérgico. Vuelvo a indicar que riqueza no le falta al personaje y que esto es un tema de matices.
  
Por su parte, Macbeth toma elementos bastante más mundanos e inherentes a la naturaleza del ser humano, la codicia, la ambición, la traición, el asesinato, Macbeth plantea un mundo de permanentes perfidias, de engaños, de macabros planes para lograr el poder. Lady Macbeth es, para mí, uno de los personajes más siniestros y macabros de la literatura occidental y que describe acertadamente los pensamientos más obscuros y viles del ser humano.

A mi juicio, toda la obra de Shakespeare trascendió y cada obra tomó elementos propios y una temática particular (como la ira fue al Rey Lear o el amor a Romeo y Julieta), sin embargo, de todos los personajes creados por Shakespeare me sigo quedando con Lady Macbeth, personaje que ha acompañado y asesorado a la humanidad desde sus inicios, la Biblia lo plantea desde el génesis con Eva tentando a Adán a tomar el fruto prohibido. Lady Macbeth ha asesorado a crueles dictadores a instaurar y perpetuar su nefasto poder sembrando odios, pobreza y dolor, a gobernantes llevando a sus pueblos a un estado de inestabilidad y corrupción generalizado, a financieros que nos han llevado a esta crisis mundial que ya pasa de ser de económica a una crisis teleológica y, en esencia, una crisis moral.

Macbeth pues, propone un mundo con matices propios a la naturaleza humana y es lo que finalmente me acerca más a dicha obra, Lady Macbeth por su parte acapara los sentimientos más ruines y despreciables de la humanidad de cara a la búsqueda del poder, cegada por su propia codicia, destruyendo cualquier obstáculo que se interponga en su camino. Sin ánimo de misantropía alguna, me parece propio señalar que la naturaleza del ser humano, sus sentimientos más recónditos, propios y consubstanciales nunca han tenido el menor espíritu noble, sino más bien todo lo contrario, estos sentimientos continúan manifestándose en nuestros días, desde distintos fueros y a mi parecer, jamás fue descrito con mayor exquisitez que con el personaje de Lady Macbeth. 

sábado, 25 de febrero de 2012

El Fundamentalismo Mata


La noticia llegó desde Noruega y fue aterradora. Setenta y siete muertos fue el saldo del tiroteo ocasionado en la comunicad de Utoya, Noruega el 22 de Julio de 2011 como producto de la insania de un empresario de 32 años llamado Anders Behring Breivik, autodenominado como un fundamentalista cristiano, de ultra derecha, nacionalista e islamófobo.

Yo era un niño aún pero la noticia me impactó. Era el año 1988 y un escritor británico llamado Salman Rushdie había publicado un libro denominado “Los Versos Satánicos” cuya publicación había desatado la ira del líder musulmán Ayatolá Jomeini quien llegó a ofrecer una recompensa por la muerte del escritor a nivel mundial. Rushdie tuvo que vivir escondido y protegido por la policía británica y su vida cambiaría radicalmente. La ira del líder iraní fue más allá, no sólo se prohibió la venta y la lectura del libro en diversos países islámicos sino que incluso, fundamentalistas islámicos perseguirían a los traductores del libro a otros idiomas incluyendo el asesinato del traductor al idioma japonés.

Ciertamente la vida de Rushdie nunca fue la misma. Yo leí el libro unos diez años después de su publicación, casi por casualidad, lo encontré, no lo busqué, Rushdie se había convertido en un modelo a seguir que me perseguía por aquellos días, un antihéroe de los noventas que se había enfrentado con un alto grado de estoicismo al temido fundamentalismo islámico que atemorizaba al mundo por aquellos días finiseculares. Por aquella época también pensaba que los días de Rushdie estaban contados, que tarde o temprano lo iban a asesinar, que su vida debía haber sido un verdadero infierno en los últimos diez años, viviendo de manera furtiva, atemorizada, alejándose permanentemente de rutinas. En verdad no estaba muy lejos de la realidad, aunque en efecto, hoy en día Rushdie sigue vivo ya no es noticia, ya no es más antihéroe, ya no es más un modelo de nada, se ha convertido en un escombro de lo que algún día el fundamentalismo mató, en una lejana sombra del literato que fue, o mejor dicho, en una imagen ucrónica de literato.

¿Qué distingue al Ayatolá Jomeini con su afanada orden de asesinato contra Rushdie del asesino de Noruega?, Para mi muy poco, ambos son una prueba contundente de lo que alguna vez escuché y me pareció lejano en su oportunidad: El fundamentalismo mata- En efecto, los fundamentalistas carecen del menor sentido de tolerancia o respeto, limitan el debate, atacan la diversidad y pluralidad de un mundo cada vez más conectado, el fundamentalismo no sólo continua en voga hoy en día sino que es más fuerte aún, continúa esparcido en religiones, en partidos políticos, en ideas y tendencias, el fundamentalismo sigue merodeando por nuestras plazas, calles y cines, nos sigue asechando diariamente, se sigue sentando a nuestro costado en el aula, en la oficina o en el bus y sigue esgrimiendo su blasfema diatriba contra el respeto y la heterogeneidad contando con el sólido apoyo del establishment, del desorden establecido.    


Lima, 4 de febrero de 2012